El pasado sábado, 16 de marzo, 18 voluntarios se apuntaron a una jornada de exploración con destino a "la otra cara" de la Sierra de Salinas.
Por el Camino de Sax llegamos a la carretera Villena-Pinoso de la que sin remedio hay que recorrer un tramo por causa de las abundantes vallas que ponen puertas al campo. Tomamos uno de los caminos que apuntan hacia la Sierra de Salinas. Rodeamos la Casa Peña y afrontamos la duras rampas que conducen hasta unos terrenos de cultivo enclavados entre los pinares donde empieza el Barranco de La Boquera, cerrado y abrupto, recorrido en su interior por una senda que hizo las delicias de los participantes. La parte inicial del recorrido, 1800 m, son ciclables, excepto un par de escalones rocosos en los que es más sensato emplear la bici como andador. Llegamos a una vaguada a la que también llega una pista, y de la que se abre el tramo final del barranco en dirección a Salinas, imponente y encajonado entre paredes rocosas.
Aquí comemos algo y nos hacemos fotos. Los siete más sensatos, viendo ante si el Barranco, prefieren la empinada pista y se desmarcan de la incierta aventura. El resto continuamos la ruta prevista y seguimos descendiendo el Barranco de La Boquera. Empezamos subidos a las bicis, que pronto se convierten en un estorbo para recorrer el áspero sendero rocoso que termina en uno de los numerosos pozos que han hecho en la ladera sur de la sierra.
Continuamos la ruta que muy pronto se ve interrumpida por un vallado que nos obliga a rodear la propiedad a pie. Para no bajar a Salinas y volver a subir, tomamos sucesivos tramos de caminos casi extinguidos, bancales y ramblas que nos dejan en el inicio de una senda, ciclable en su totalidad, con final en la Ermita de San Isidro.
Seguimos el plan y llegamos al Camino de la Sierra que nos adentra hasta el collado del Cabezo del Águila, donde empieza uno de los tramos más atractivos de esta segunda parte de la ruta.
Pero nuestra marcha se topa con la confluencia de dos "vallados cinegéticos" que nos cortan el paso. Realmente no sabíamos si estábamos dentro o fuera del recinto acotado. Hubo división de opiniones. Como liebres y especie cinegética que somos, decidimos franquear la cerca que, en teoría, no debería ser obstáculo a nuestro paso. Continuamos la marcha junto a otro vallado, más alto y alambrado de espinos, que nos obliga a cruzar dos profundos barrancos haciendo equilibrios por el borde de las obras de fábrica que cierran la salida natural de las aguas. Ya llegará la tormenta que se lleve por delante todos estos obstáculos.
Tras mucho penar, y cuando parece que volvíamos a hacer trecho sin tanta pausa, otra cerca con espinos nos corta de nuevo el paso y nos empuja hacia abajo separándonos de nuestra ruta.
Llegamos al final a un camino asfaltado. Saltamos de nuevo la valla (o sea, que llevaban razón los que opinaban que estábamos dentro) y tomamos rumbo a Yecla. Habíamos hecho lo más difícil, pero la ruta prevista se había mostrado imposible. De modo que en un ataque de cordura decidimos seguir la ruta más fácil para llegar a tiempo de tomar unas cervezas. Pasamos por La Cañada de Don Ciro, L'Hospital, Úbeda, Lel y El Paredón. Tomamos el arcén de la carretera de Pinoso y a las 13:30 estábamos esperando los cubos de quintos que disfrutamos, en compañía de Gabi, a la salud de Diego por su reciente cumpleaños.
Por el Camino de Sax llegamos a la carretera Villena-Pinoso de la que sin remedio hay que recorrer un tramo por causa de las abundantes vallas que ponen puertas al campo. Tomamos uno de los caminos que apuntan hacia la Sierra de Salinas. Rodeamos la Casa Peña y afrontamos la duras rampas que conducen hasta unos terrenos de cultivo enclavados entre los pinares donde empieza el Barranco de La Boquera, cerrado y abrupto, recorrido en su interior por una senda que hizo las delicias de los participantes. La parte inicial del recorrido, 1800 m, son ciclables, excepto un par de escalones rocosos en los que es más sensato emplear la bici como andador. Llegamos a una vaguada a la que también llega una pista, y de la que se abre el tramo final del barranco en dirección a Salinas, imponente y encajonado entre paredes rocosas.
Aquí comemos algo y nos hacemos fotos. Los siete más sensatos, viendo ante si el Barranco, prefieren la empinada pista y se desmarcan de la incierta aventura. El resto continuamos la ruta prevista y seguimos descendiendo el Barranco de La Boquera. Empezamos subidos a las bicis, que pronto se convierten en un estorbo para recorrer el áspero sendero rocoso que termina en uno de los numerosos pozos que han hecho en la ladera sur de la sierra.
Continuamos la ruta que muy pronto se ve interrumpida por un vallado que nos obliga a rodear la propiedad a pie. Para no bajar a Salinas y volver a subir, tomamos sucesivos tramos de caminos casi extinguidos, bancales y ramblas que nos dejan en el inicio de una senda, ciclable en su totalidad, con final en la Ermita de San Isidro.
Seguimos el plan y llegamos al Camino de la Sierra que nos adentra hasta el collado del Cabezo del Águila, donde empieza uno de los tramos más atractivos de esta segunda parte de la ruta.
Pero nuestra marcha se topa con la confluencia de dos "vallados cinegéticos" que nos cortan el paso. Realmente no sabíamos si estábamos dentro o fuera del recinto acotado. Hubo división de opiniones. Como liebres y especie cinegética que somos, decidimos franquear la cerca que, en teoría, no debería ser obstáculo a nuestro paso. Continuamos la marcha junto a otro vallado, más alto y alambrado de espinos, que nos obliga a cruzar dos profundos barrancos haciendo equilibrios por el borde de las obras de fábrica que cierran la salida natural de las aguas. Ya llegará la tormenta que se lleve por delante todos estos obstáculos.
Tras mucho penar, y cuando parece que volvíamos a hacer trecho sin tanta pausa, otra cerca con espinos nos corta de nuevo el paso y nos empuja hacia abajo separándonos de nuestra ruta.
Llegamos al final a un camino asfaltado. Saltamos de nuevo la valla (o sea, que llevaban razón los que opinaban que estábamos dentro) y tomamos rumbo a Yecla. Habíamos hecho lo más difícil, pero la ruta prevista se había mostrado imposible. De modo que en un ataque de cordura decidimos seguir la ruta más fácil para llegar a tiempo de tomar unas cervezas. Pasamos por La Cañada de Don Ciro, L'Hospital, Úbeda, Lel y El Paredón. Tomamos el arcén de la carretera de Pinoso y a las 13:30 estábamos esperando los cubos de quintos que disfrutamos, en compañía de Gabi, a la salud de Diego por su reciente cumpleaños.